El sábado pasado, 16 de febrero, conté en El Espinar, una pedanía de Campillo de Ranas, Guadalajara. Llevan ya 11 años programando narración oral. Y siguen.  Los Cuentos del Ocejón se siguen haciendo pese a los recortes y la falta de ayudas porque el público, la gente que vive en estos pueblos pequeños, así lo quiere.

Pili y su familia me van a buscar a la estación de autobuses de Guadalajara. Por el camino charlamos y Pili me señala cosas que una mujer de ciudad como yo no ve habitualmente: águilas, encinares, sabinas, robles, la tierra de pizarra de la zona cubierta en algunos lugares de líquenes de un verde brillante…

Me alojo en la casa de Alicia y Maribel, una casa rural totalmente recomendable,   Al Viento del Ocejón. http://www.alvientodelocejon.com/ Se desayuna de maravilla.

La función sale bonita, la disfruto muchísimo. Me gustan las funciones para público familiar, ver adultos y peques riendo juntos, a ratos en uno de esos silencios que parece que ocupan espacio y hasta se pueden tocar.  Regreso a Madrid contenta, con mi caché en el bolsillo ( me pagaron al momento, y eso no es lo habitual), dos botes de mermelada casera regalo de María José y ganas de regresar a pasear. Un lujo.  Sí, contar cuentos es a menudo un auténtico lujo.