En Venezuela se llama mi llave al mejor amigo, a la mejor amiga. Es quien te abre, quien abre tus cerraduras. He acabado la gira que me ha llevado por Teruel contando cuentos. Desde el 23 de septiembre hasta el 8 de noviembre han estado por allí mis caminos. Varias llaves me los han abierto: Cristina Verbena, Marian Albasini, Chus Juste, Mari Carmen Fuertes y su familia, Alicia Siurana, Marta Gómez, Teresa Gil, Maite Pérez, Agustín Sanz y Pilar Cárcel, Miguela Gómez, me han conducido por los caminos de la provincia, me han alojado y hasta me han dado de comer, sin ellas esta gira hubiera sido una aventura mucho más complicada y cansada. ¿Será por eso que he fotografiado tantas puertas, cerraduras, aldabas? (Las que ves son de Cella, Gea de Albarracín y Mazaleón)
Sobre el escenario estoy sola. Aparentemente. Conmigo están mis historias y el público que va a ver y escuchar, que me acompaña. Sin él este oficio no tendría sentido, no sería oficio. Realmente, no estoy sola. Pero además, hay personas, amigas y amigos, amores, que hacen posible que yo esté ahí, contando, haciendo una de las cosas que más me gusta hacer. No siempre lo he sabido, pero últimamente se me impone. Cuando hice Un lugar para vivir, un espectáculo que me salvó la vida (o sea, impidió que yo perdiera la ilusión y la esperanza de poder seguir haciendo esto que me apasiona), había a mi alrededor personas que sostenían, empujaban, ayudaban, colaboraban. Las de siempre y otras que aparecieron en ese paseo delicioso que fue y es ese espectáculo. En este otoño en el que he estado contando por los pueblos de Teruel también sucedió. La ayuda apareció desinteresada, amable. Y yo sé que no podría hacer mi trabajo, vivir este otoño dulce y cálido, prometedor, sin la ayuda de mucha gente. Sé que no estoy sola. Uno de los regalos de este oficio de contar es la gente que voy conociendo. Personas que aparecen en los vagabundeos a los que obliga esto de querer hablar y ser escuchada y conseguir, además, que a una la paguen por ello. Me van saliendo raíces volanderas. La gente es la tierra en la que crezco. No me digan que no es un regalo enorme. Por eso quiero dar las gracias.