MARZO, de atrás hacia delante:
27. Sucedió en Arganda del Rey. Estoy contando. Y le veo, ahora con los ojos abiertos, ahora con los ojos cerrados. Se me ha quedado dormido sentadito en el suelo. A su alrededor el resto del público me mira, pero él, boca abierta, ojos cerrados, el niño que duerme sentado en el suelo, me hace sentir un enorme placer. Se le cierran los ojos y se le abre la boca ¿será para que los cuentos le entren por ahí?
25. Fuente de Cantos, Badajoz. Tres niñas se me cruzan de brazos y me miran desafiantes cuando comienzo a contar el cuento de Molly. Me parece natural. Y me encanta. Es genial que no se pueda decir impunemente a una niña que las niñas no sirven para nada. Y es una delicia ver como se van relajando y divirtiendo cuando se dan cuenta de que el relato va de todo lo contrario. Adoro a Molly Alboroto.
24. Los Santos de Maimona, Badajoz. “Eres mejor que la televisión”, me dice una señora. “Te llevaría a casa y te pondría al lado del brasero para que me contaras cosas”. Así eran las veladas tradicionales. La señora acaba de reinventarlas por su cuenta.
22. Cuentacuarenta. En Ávila, una mujer joven, recién salida de la adolescencia, (si no toda ella al menos sí su mirada enorme y azul), me dice: “Cuando cuentas lo veo todo” Y me parece un piropo gigante, viniendo de unos ojos tan grandes.
Muy pocas veces me han dado las gracias por un relato en concreto, ese domingo de Ávila he debido hacer bien mi trabajo. Un hombre se acercó para darme las gracias por la historia de las cartas, así, simplemente “Gracias por la historia de las cartas”. Pienso que a la familia que la protagoniza le gustaría saberlo, pero no sé cómo escribir cartas a los muertos.
18. Santiago de Compostela. Festival Atlántica. Comparto la función con Patricia McGill. Llevamos todo el día contando juntas y los niños y niñas del público nos hacen regalos inesperados: a Patricia una niña le confiesa “Yo soy un pájaro”. Lois me dice a mí: “Yo tengo un elefante y le he prestado el pijama.” En la última función del día fueron Lucas y su amiga: él me regala su sonrisa grande, ella sus carcajadas. Hay días en los que el público te da mucho, pero mucho más de lo que das. Nunca “Un beso para Osito” me había emocionado tanto.
16. Festival Atlántica. Decido estrenar cosas de La rubia, dejar que hable. Me doy cuenta de que ha sido una buena (y peligrosa) decisión. En el mundo absurdo en el que ella se mueve soy muy feliz. Ahora sé que La rubia va a querer más. ¿Habré creado un monstruo (rubio, naturalmente)?
6. Ballobar. Comparto función con Cristina Verbena. Es un gustazo contar con ella. Mientras cuento “La prometida del tigre” sucede algo que no me había sucedido nunca. Una señora de la primera fila adivina lo que va a suceder en el tramo final de la historia y lo dice en alta voz. Otra, no puede reprimir un gesto de desasosiego apenas un instante antes del desenlace. Estaban alli, no en la sala donde estábamos, sino dentro del relato, eran testigos de lo que sucedía. Lo veían todo. Lo sentían todo.
5. FragaTcuenta. Es el comienzo de un mes llenecito de trabajo. Un lujo. En la función para adultos que comparto con Cristina Verbena siento que nos vamos pasando palabras, motivos, temas… Como en las carreras de relevos. Aunque no es eso. Ella está brillantísima y es simplemente un placer estar ahí, jugando.