Los días 3, 4 y 5 de mayo estuve en la Comarca de la Litera. Un territorio ocupado por seres humanos desde hace más de 100.000 años. Trabajé en tres pueblos: Tamarite de Litera, lugar de paso de peregrinos que hacen el Camino de Santiago desde Montserrat, fue mi centro de operaciones de esos días; Altorricón, donde están los restos neolíticos más antiguos de Aragón; y Binéfar, hogar de los famosos Titiriteros de Binéfar, Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2009.
Conté para personas de 2 a 100 años. Guardo imágenes de momentos preciosos que viví contando, momentos de encuentro con quienes estaban ahí y me regalaron su escucha atenta. Ancianas, como niñas, me enseñaron piedrecitas que recogían y llevaban en el bolso; niñas y niños me preguntaron por mis viajes «Cuéntanos qué mamíferos has visto», «Canta otra vez la canción en japonés», «¿Qué es una encrucijada?», «¿Te sabes una canción en árabe?», los bebés volaron conmigo como vuelan los dragones. En Tamarite conté a Carlos, de 2 años, por la mañana y a su tía por la noche, que antes de irse me dijo «le diré a Carlos que a mí también me ha contado cuentos Mata». En Altorricón, niñas y niños de 1º, 2º y 3º me hicieron una entrevista al acabar la función, y una me dijo «¿Siempre estás tan contenta como ahora?»
El secreto de mi felicidad de esos días está en la escucha. Se me aparece en la imaginación como la llave de oro del cuento de los Grimm, que el protagonista encuentra por casualidad. Hay días que yo también la encuentro y cuento con ella. Todo se abre, empezando por mí, claro. Luego se abren las historias, que respiran de otra manera, se abren espacios de juego inesperados, se abre el público, se abren caminos que me conducen a lugares que desconocía y me siento como una exploradora feliz viviendo una aventura que desearía que no acabara nunca.
La aventura fue posible gracias a Pili Puso, la bibliotecaria de Tamarite, que organizó todo y fue la mejor anfitriona que una puede desear. Y gracias a Carmina, bibliotecaria de Binéfar y Consuelo, bibliotecaria de Altorricón, que me hicieron sentir de maravilla en sus bibliotecas.
No siempre estoy tan contenta como esos días, y por eso escribo estas líneas. Para no olvidar.