estoy disfrutando mucho de los líos en los que me he metido con la presentación de la Muestra del Libro Infantil y Juvenil. Llego a bibliotecas y pueblos de la Comunidad de Madrid a los que nunca había ido (Pinilla del Valle, Navalagamella…) cargada con libros, un tocadiscos, un barco de papel, una cajita de música y otros objetos pequeños y despliego sobre la mesa las cosas para jugar el juego que he decidido jugar. A medida que pasan las funciones voy añadiendo y ajustando: ahora hay más versos que en la primera y un cuento que puede aparecer o no. Me muevo cargada y feliz. A veces pensando «¡qué necesidad!», si me duele la espalda o un hombro, la mayor parte de los días sintiendo que es una maravilla mi oficio. En Majadahonda, una crítica anónima: una niña gritó entre cuento y cuento «¡Eres una artista!». ¿Qué más puedo pedir?