Escucho el canto de los pájaros desde mi nueva casa, no tan luminosa como la anterior, pero bonita. Me siento a gusto aquí. Ahora, ir andando de mi casa al centro de la ciudad me supone más tiempo: una hora más o menos. Pasado un primer momento de incomodidad, he descubierto que me gusta. Me gusta tomarme ese tiempo, descubrir caminos nuevos, pasear por otros barrios. La ciudad se abre de un modo diferente con cada mudanza. ¿Cuántas habré vivido ya? Como soy mayor, unas cuantas. Bastantes… Descubro de todas maneras que me gusta moverme, ir de acá para allá, y no solo en mi ciudad. Me muevo, voy de un lado a otro. Cada trayecto me muestra sus paisajes, paso por lugares que conozco y voy a lugares nuevos. El mes pasado, por ejemplo, fui por primera vez en mi vida a Estrasburgo. El motivo, una invitación a contar cuentos en el Festival «De bouche à oreille et de boca en boca». Disfruté muchísimo del trabajo, de la hospitalidad de Ligia, de los paseos con Paula Carballeira, Willo Arunátegui, Patricia Picazo, José Manuel Garzón y Cristina Verbena. En la catedral de Notre-Dame descubrí imágenes grabadas por gente de otros siglos, graffitis en la piedra.

Hay cosas pequeñas que me maravillan, como estas marcas en la columna gótica de la catedral, al lado del imponente reloj astronómico. También me fascinó la exposición de Käthe Kollwitz en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo. Y una librería a la que Paula nos llevó varias veces. O el otoño a orillas del río y el continente desde la ventanilla del avión. Volveré a ver los graffitis en piedra. Cada año el festival decide que un narrador o una narradora repitan y  me han invitado a regresar. Así que estoy feliz porque seguiré moviéndome, yendo de un lado a otro. Ya tengo apuntada una cita para octubre del 2020 en Estrasburgo.