no sé cómo, pero estoy ahí. la cabaña sobre patas de gallina está frente a mí, pero no la puerta. digo las palabras rituales

cabañita cabañita ponte como antes, como madre te dejó

de espaldas al bosque y hacia mí el frente

la cabaña gira sobre su propio eje y la puerta está frente a mí. entro. está vacía. preparo un bizcocho. salgo a la puerta y grito:

¿hay alguien ahí?

y comparto el bizcocho con quien conteste.

al día siguiente diría:

cabañita cabañita, llévame donde quieras

allá donde pueda compartir mi bizcocho

y la cabaña con patas de gallina se movería. iría de bosque en bosque, de camino en camino, de ciudad en ciudad, de barrio en barrio.

la he dibujado así, casi bailando.

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en un cuento la describen dulce «una casita con patas de gallina, apuntalada por un pastelillo, con techo de oblea y que además daba vueltas».

en estos días en los que no podemos salir de casa, pienso que me gustaría vivir en la cabaña de Baba Yaga. sin Baba Yaga. creo.