mi trabajo es contar. contar historias oralmente.
la particularidad de mi oficio, el modo como contar historias sucede cuando cuento, tiene que ver con la presencia. sucede cuando el espacio se comparte.
Chantal Maillard dice -me entero gracias a Irma Álvarez-Laviada en el proyecto #Unmetroymedio del CA2M- «el espacio es aquello que soporta las cosas».
en mi caso lo que soporta el espacio es una relación. cuento historias en esa relación y el espacio contribuye a darle forma. la relación se produce en el espacio que comparten los cuerpos. contar cuentos es un caso particular del hacer juntos, hacer juntas. los cuerpos que comparten el espacio, que se relacionan, no son cosas. son seres humanos.
mi trabajo, esta forma de contar historias arcaica y pretecnológica, no es ni siquiera inventar relatos. es, más bien, capturar la atención, conseguir la escucha, establecer una relación y, en ella, hacer visible lo invisible.
mi estudio, mi taller de artista es un paseo andando, un autobús, el metro, el tranvía, mi casa cuando friego, barro, hago la cama, me ducho… una conversación, también un bar, una biblioteca y sí, ocasionalmente, un lugar con una mesa y material para escribir. de los libros extraigo a menudo lo que narro. los espacios que he enumerado antes son los lugares en los que elaboro los relatos. mi trabajo es lo que hago con esos relatos que encuentro.
pero ahí no acaba el proceso de creación, ese es su punto de partida. no hago algo que luego muestro acabado en un espacio que lo soporte. no hago cosas materiales. hablo, trabajo tanto con el relato como con el espacio donde lo cuento y las personas a quienes cuento. el proceso de creación tiene, como siempre, algo misterioso. lo que se ve es que hablo, lo que no se ve es lo que imagino, todos los gestos pequeños o grandes que he realizado para encontrar el relato y darle un lugar en mi memoria como una semilla encuentra su lugar para crecer, ni se ven las decisiones que van dando forma al relato a medida que hablo. decisiones que tomo en relación con quienes están ahí, conmigo, escuchando, ayudándome con su atención a dar forma a lo que recuerdo. no sé si me explico. a veces es difícil explicar lo más sencillo.
lo que importa no es decir, ni lo que digo, sino cómo lo digo, lo que importa es el «decir con», este «hacer con» que solo tiene sentido cuando comparto tiempo y espacio con quien está presente conmigo. nos regalamos presencia, nos regalamos presente.
en estos días de encierro vivo sin los placeres que me da mi trabajo, que son muchísimos. escribo esto para explicarme a mí misma mi renuencia a contar cuentos en las redes. no encuentro en ellas nada de lo que me hace amar mi oficio, que es además mi manera de estar en el mundo.
por todo esto no cuento desde casa.
¡Mucho ánimo en estos días de confinamiento, Magda! El amor que transmites por tu oficio es tan grande que encontrarás la manera.
Muchas gracias. Me emociona leerte. Gracias, gracias, gracias
Ese es el oficio… si, señora. Un abrazo
Un abrazo, Campa. Grandote.
Por casualidad llegué aquí! Y es hermoso leerte y leer esto! Gracias por la claridad…
Un abrazo desde la distancia!
Un abrazo grande. Gracias por leer y comentar. ¿Cómo estás?
Maravillosas tus reflexiones y tu forma de expresarlas, como siempre. Una maestra de la narración oral. Yo cuento a cámara y sí, es otra cosa. El directo y el diferido lo son. Es como el concierto de un cantautor y la grabación en vídeo de esa canción. Cosas diferentes , la segunda no alcanza ciertos propósitos, la tecnología es fría pero a veces es mejor que nada. Muy respetable que no te sientas cómoda haciendo esa otra cosa, cómo bien explicas, tienes razones de peso.
Me despido deseando que pronto puedas disfrutar de tu arte y el mundo de él, porque es necesario, porque eres necesaria.
Muchas gracias, Amor. Por leerme bonito, por llamarme maestra y por la frase final. Un abrazo enorme