creo que fuimos dos mañanas a la sede de la Fundación Arte Viva, pero no estoy segura, hace ya más de diez años de esto. me gustaría recordar el nombre de la persona que se puso en contacto con nosotras para ofrecernos un trabajo contando cuentos en una exposición. teníamos que participar en dos jornadas de formación aunque no la necesitábamos para contar, no íbamos a hacer visitas guiadas. nos lo exigieron porque implicaba una manera de acercarse a la exposición que quienes participábamos debíamos compartir. yo asistí con renuencia a la primera jornada, pero en seguida me fascinó la propuesta. nunca he agradecido lo suficiente aquellas jornadas de trabajo en la Fundación Arte Viva. me enseñaron a mirar.

en dos mañanas nos propusieron un modo de acercarnos al arte totalmente diferente a lo que yo conocía. no se trataba de saber mucho acerca de quien había realizado la obra ni acerca del período en el que se enmarcaba. no hacían falta conocimientos técnicos ni biográficos ni históricos. se trataba de algo más básico y, descubrí, esencial. nos proponían que al ver un cuadro describiéramos lo que veíamos, no lo que significaba ni lo que sentíamos. de mirar con atención tratando de impedir que la interpretación apareciera. se trataba de responder a ¿qué hay? ¿qué se ve? preguntas que puede responder cualquier persona (que vea) aunque no tenga ningún conocimiento de arte.

lo curioso es que mirando así, evitando la interpretación, se ve más.

usé conscientemente ese modo de mirar poco después. fui al teatro Español a ver «Con Belisa», un montaje de Jaume Villanueva sobre «El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín» en el que trabajaba mi amiga Maite Brik. quería escribir sobre él, pero me costaba mucho empezar. entonces decidí describir lo que se veía. lo que yo había visto en escena. tratar mi recuerdo de la obra como nos habían enseñado a mirar una pintura o una escultura. fue un acierto. partiendo de ahí pude entender muchas cosas.

he continuado haciéndolo: cuando escribo sobre una obra de teatro o sobre mi oficio comienzo por lo que se ve, lo que está, lo que se puede describir. lo material, en una palabra. es eso lo que me permite pensar y a ello me sujeto cuando me despisto por los vericuetos de la interpretación y el sentido. lo que algo significa para alguien puede ser apasionante, pero para conocer por mí misma necesito partir de lo que percibo con mis sentidos, lo que en una cultura visual como la nuestra llamamos mirar. hacerlo me ha permitido entender cuáles son los materiales con lo que trabajo, los esenciales, los que diferencian mi oficio de otros oficios artísticos. no despistarme. pero no solo eso.

al enseñarme un modo de acercarme al arte, me enseñaron también un modo de mirar la vida. quien dice mirar dice también escuchar. mirar y escuchar lo que hay y no lo que yo creo o interpreto, lo que está y no lo que me gustaría o sería bueno o correcto que estuviera. mirar y escuchar intentando desembarazarme de prejuicios, de ideas preconcebidas. atender primero a lo que a fuerza de evidente no vemos y es tan sencillo: lo que está ahí.

así que sigo aprendiendo a mirar. no podía imaginar ese invierno de 2007 cuando acudía protestando a una cita de trabajo lo importante que iba a ser para mí. fue una suerte inesperada.