estos han sido los sitios a los que mi oficio de contar me ha llevado el primer trimestre del año. hice mi primera función del año en San Sebastián de los Reyes. he visto mucha gente. me han invitado a comer arepas en Griñón y supe de la existencia de un cementerio musulmán de la época de la guerra civil, que visité y donde encontré en una lápida el dibujo de una abubilla. en Fraga vi dragones. en Belmonte tuve un público-mar y jugamos a ser marea. hacía tiempo que no contaba en las Rozas y al salir de una de las tres bibliotecas nubes rosas me recordaron atardeceres de otros años. guardo los abrazos de Alicia y Carmen como un regalo. en Guadalajara paseé a orillas del Henares por un caminito que me mostró Estrella Ortiz. fue en enero. la noche había sido muy fría y la escarcha había convertido en joyas brillantes a las hojas de los árboles que estaban en el suelo. el rumor del río y el picoteo de un pájaro carpintero me hicieron olvidar durante breves instantes que estaba en una ciudad. Lorena, la bibliotecaria de Valdemorillo me llevó a Zarzalejo. no deja de sorprenderme lo amable que es. en Agüimes abracé por fin a gente que quiero y que llevaba más de dos años sin ver. regresé de la isla cargada de regalos: de esos que no se ven pero también de queso de flor de Guía (un regalo que todavía estoy disfrutando y que debo a Montse, que me mima siempre).
a Fraga y Guadalajara me llevaron talleres. en el Festival Internacional de Agüimes también impartí uno. estoy haciendo muchos últimamente. en el de Guadalajara, para adolescentes, aprendí sobre Muhammad Ali. en el de Agüimes, una plaza y sus sonidos fueron el mundo entero. sé que algunas funciones de este invierno las guardaré en mi memoria. disfruté mucho. otras, en las que el placer fue más esquivo, o simplemente menos intenso, me han hecho pensar. pienso y pienso, por el vicio de hacerlo. y también por amor al contar.
el deambular de mi oficio me lleva de un lado a otro. yo me dejo llevar.