los cuentos, las historias, surgen de los encuentros. tengo dos cuentos nuevos gracias a una niña, Emma, que conocí en Arganda y gracias a Iván, alumno de uno de los talleres de narración oral que hice en Madrid. Ana, la bibliotecaria de Mota del Cuervo, me contó la historia de Fortunato, su tío abuelo, un cartero republicano superviviente del campo de Gusen. en Mota, además, me enteré de que la alfarería tradicional la hacían allí mujeres cantareras y entré en un molino de viento. conozco ahora nombres de vientos que no sabía: Solano, Matacabras, Ábrego. en Vallecas y en Zuera los niños y las niñas me dieron el regalo de su conversación. el Maratón de los Cuentos de Guadalajara fue una fiesta y aprendí una preciosísima palabra nueva, cortesía de Carlos Rebolo: achifánfanos. que son cosas encontradas en la calle a las que nadie, sino quien las encuentra, da ningún valor. bueno, un recogedor o recogedora de achifánfanos sí sabe reconocer el valor de los propios y los ajenos. yo, lo confieso, recojo achifánfanos.