Dice María Moliner que la palabra azar proviene del árabe, zahr, flor, porque se pintaba una flor en una de las caras de los dados. El azar, en cuyas manos estamos, a veces ayuda y entonces, ¿por que no? aparece la flor. Yo vi en septiembre una pequeña y hermosa flor del azar.
A mediados de septiembre comenzó la temporada para mí con las Jornades d’Etnopoètica i Creació a l’entorn de la vida, l’obra i la llegenda de Francesc Vicent Garcia, El Rector de Vallfogona (1579-1623). Una residencia artística dirigida a profesionales de la narración oral con el objetivo de presentar la figura del Rector y estimular la producción de nuevos espectáculos acerca de su vida y su obra. El año que viene se celebran los 400 años de su muerte. Yo desconocía la existencia del Rector, así que tuve que informarme porque sería la encargada de realizar el taller de creación. La Faula, Associació Catalana de Professionals la Narració Oral, me había llamado para eso. Desde mi desconocimiento, sentía que todo era un poco marciano, pero adoro las marcianadas, así que después de decir que sí comencé a pensar qué hacer. Modest Corbella, un hombre encantador que lo sabe todo sobre el Rector y su obra, me envió libros y los leí. Lo que descubrí me apasionó.
El Rector de Vallfogona es un personaje excepcional: el párroco de un pueblo pequeñito que no solo es una figura emblemática del barroco literario catalán, sino el héroe de una biografía inventada que se contaba oralmente hasta bien entrado el siglo veinte. Las historias que el folklorista Joan Amades recogió y publicó en 1938 (¡en plena guerra civil!) le fueron narradas por calceteras, tejedores, mendigas, vagabundos, ferreteros, vigilantes, lavanderas… Esta biografía muestra el ingenio y la alegría de vivir del Rector, su irreverencia frente a la autoridad, su amor por los placeres. Me acordé de la manera en la que Harold Bloom se refiere a su adorado Falstaff: «Necesitamos a Falstaff porque tenemos tan pocas imágenes de auténtico vitalismo y menos aún imágenes convincentes de la libertad humana.» Y pensé que el Rector es de la misma familia que Falstaff.
Dice Pascal Quignard en La vida no es una biografía que la biografía es un género imposible, las cosas no pasan en un relato, y es verdad, es imposible dar cuenta de todo lo que sucede en una vida, aunque sea solo porque solemos olvidar nuestros sueños nocturnos. Aceptando esto, lo que me cuenta la biografía del Rector, no la «verdadera», sino la otra, la legendaria, o mejor, lo que la superposición de las dos me pone delante, es que vivir es una aventura alegre, o puede serlo, si no nos tomamos demasiado en serio.
Fui a Vallfogona contenta. Allí me encontré con amigas y amigos, conocí a Modest y paseé por el pueblo junto al resto de quienes participábamos en las Jornadas bajo su sabia guía. En el paseo, Josep Pedrals iba recitando poemas, escucharle es un enorme placer, se ve todo. Los poemas del Rector están llenos de juego e ironía, los hay también eróticos y eso motivó que su obra fuera prohibida por la inquisición en un par de ocasiones. En la mesa redonda que siguió, coordinada por Albert Rossich, Marc Sogues, Emili Samper, Rosa M. Canela y Enric Querol nos contaron acerca del Rector y su obra. Y hasta nos informaron de una noticia que no estaba todavía en ningún libro: en investigaciones recientes se había descubierto que Francesc Vicent Garcia no nació en Tortosa, como se pensaba, sino en Zaragoza. Para el taller había pensado trabajar en torno a performances, leer fragmentos de una novela de Dubravka Ugresic, El Museo de la Rendición Incondicional que me parecieron pertinentes, jugar con el cuerpo y el espacio. Quería proporcionar experiencias estéticas que estimularan la creación. Pensar entre todas, entre todos, acerca de la memoria, de nuestro hacer memoria. Pensar también cómo hacemos lo que hacemos y si podríamos intentar hacer de una manera diferente. Era lo que me parecía más adecuado para acercarnos al Rector, ese hombre bajito y gordo, impuntual, amante de la risa y la buena mesa, ingenioso y rápido, poco amante de hacer caso de la autoridad si no coincidía con lo que él quería. Quienes participaron en el taller se entregaron y jugaron conmigo.
Vallfogona de Riucorb, además de ser un pueblo real, es para mí -como para quienes saben de la existencia del Rector- un territorio poético y mágico. Para cerrar el taller había decidido recoger piedritas y envolverlas con los títulos de las historias del Rector que recogió Joan Amades. La idea proviene una de ellas, la de su testamento, y era para mí un resumen de todo: biografía y testamento poéticos. Busqué una caja, imprimí los títulos en papeles que recorté y busqué piedritas en el pinar que hay cerca de mi casa. Cuando llegó el momento del cierre del taller saqué la caja, las piedras, los papeles, y pedí que cada quien cogiera una piedra, un papel, lo leyera en voz alta, envolviera la piedra con el papel y metiera el paquetito en la caja. De repente, me di cuenta de que iban a faltar piedras. Había contado mal. Pensaba que había recogido de más, pero no era así. Tuve que salir corriendo al jardín del balneario donde hacíamos el taller. Recogí las que faltaban. Y así fue como la caja que dejamos en el pueblo, la biografía poética del Rector, contiene piedras de Zaragoza, la ciudad en la que vivo y donde nació, y de Vallfogona, el pueblo donde murió. Aquí está la flor.
Las fotos las hizo Yoshi Hioki.