Debe ser que he salido de Barcelona impregnada de lo feérico. En mi anterior visita, las hadas de Barcelona me explicaban a Gaudí, esta vez sucede que voy topándome con informes eruditos acerca de ellas. Tengo a mano, prestados, dos libros que no suelen estar a mi lado, estupendos los dos: el Diccionario Ilustrado de los Monstruos de Massimo Izzi y Cuentos populares irlandeses de José Manuel de Prada-Samper. En ambos encuentro información científica acerca de estos seres interesados por los asuntos y destinos de los seres humanos, de quienes se distinguen por su ausencia de alma, que podrían conseguir (como en el caso de Melusina y otras hadas como ella) si el humano al que aman respetara una prohibición. Al parecer, estas maravillosas criaturas nos envidian ¡quién lo iba a decir! Una, que se siente bastante sin alma y se sabe bastante humana, envidia más bien a estos seres intermedios a los que imagina siempre riendo y bailando, ligeros frente a la vida y la muerte. Los sidhe, como los llaman en Irlanda, o ellos, el otro tipo de gente, aman la belleza y el lujo, odian la tacañería y les gusta recibir regalos nocturnos en forma de comida y vino. Están en el mar y en la tierra, si en la playa ves a una hermosa mujer peinándose, puede que sea una de ellos, una sirena. Hay muchas historias que cuentan las bromas pesadas y maldades que el otro tipo de gente nos gasta. También hay quien cuenta que tratándoles bien, conducen al afortunado o afortunada a lugares donde hay tesoros escondidos. Se cuenta que junio es un mes peligroso, es más fácil encontrar al Amadán, el bufón de las hadas, cuyo roce hace perder el juicio. Si un día ves aparecer a una criatura pequeñita, de no más de 70 cms, adornado con tricornio rojo y zapatos de tacón, trátalo bien, es un lepracaun, o zapatero de un solo zapato. Los lepracaun arreglan zapatos desparejados y guardan en ellos sus tesoros. De humor mudable, son sensibles a los encantos del tabaco y el alcohol, aunque nadie a visto a ninguno ebrio.